Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

(Antonio Machado)

lunes, 9 de diciembre de 2013

Nelson Mandela

Las personas enviadas son fáciles de reconocer, los obstáculos inamovibles se convierten en presa de sus obsesiones; en donde la sangre derramada de otros es el combustible que aviva la llama de la esperanza.
Pero las ganas de lucha forman parte de una identidad propia, de la que sin duda, somos meros  espectadores; esperando el fruto de una recolección, en un terreno abonado con semillas de acero.
Llevar a cabo una causa, una idea, se convierte en su razón de ser y la infancia deja paso a la madurez sin pasar por una adolescencia; donde barrotes de goma recargan unas pilas inundadas en el silencio. Nada ni nadie puede ver lo que ocurre en esas mentes y son muchos los personajes que dejan huella para la eternidad y muchos los cerebros que pintan de azul un mundo nuevo.
El color de la piel, también, piensa, el calor de las manos; también, abriga. La mirada de unos ojos, también, iluminan. Y son sordos los oídos de los ciegos, porque sólo escuchan con el  corazón, como son sabrosas las acciones, ante las tinieblas de quien no las puede ver.
Ha debido de acaecer  hechos denigrantes para que toda una sociedad se rinda ante la persona que no solamente ha liberado a un pueblo, sino que ha dejado los cimientos para seguir construyendo el camino hacia la libertad.
Nunca se nos olvide que andamos gracias a la gravedad de la tierra y la tierra ya está cansada de rodar. Cualquier día no habrá médico especialista que repare las grietas de nuestra casa y delante de nuestras narices veremos caer hacia el abismo toda la suciedad que estorba. Pero como en todo, también, la dicha vomitará hacía la sima; dejando a oscuras tanta mediocridad.
Tal vez  las manos más fuertes se agarren al filo de la línea que separa el bien del mal; lo peor es que quede en tierra algún encantador de mentes que dé una patada, arrancando las pieles de unos dedos llenos de llagas.